IN THE NAME OF GOD, IMPURE SOULS OF THE LIVING DEAD SHALL BE BANISHED INTO AN ETERNAL DAMNATION. AMEN

Alucard!

Alucard!
El fantástico Alucard en una pose tan sensual.

Bienvenida

Mi querido amigo:

Bienvenido a mi reino. Espero que su estancia sea de lo más placentera. Le suplico, de la manera más atenta, no tomar fotografias con flash. Soy un... poco sensible a la luz.
Aguardo con ansias su visita.

Atentamente

L.M.D.H.

P.D. Cuidado con su cuello.

lunes, 26 de octubre de 2009

Banquete

Aquellos que deseen asistir, comensales
de este blanco mantel,
se deben rasgar con las uñas los ojos.

Invitación a un blanco mantel

Francisco Brines
La comida está lista, la mesa servida y los invitados dispuestos a ocupar sus lugares. ¿Cuál será el menú de esta ocasión? Se preguntan mientras terminan de alistarse. Unos ríen, otros gritan, todos festejan. El anfitrión choca el cubierto con la copa pidiendo la atención de los presentes. Blanco mantel. / Es un error: pues no hay color, ni hay lugar prevenido, / ni nada que soporte / lo que habrá de ser luz, o lo indeciso. Toma su lugar. Los comensales, estupefactos, lo observan acomodarse la servilleta debajo del cuello. ¿Qué habrá querido decir con eso? Comienzan a servirse las copas de vino. El sabor y la textura son extraños, como si fuese algo oxidado lo que toman. Las charolas son descubiertas; no hay platillo alguno. Acaso es una broma, pero el anfitrión ni siquiera se inmuta.
Mira a los presentes, da un trago a la bebida. Cierra los ojos, respira profundamente. Acerca su mano derecha al ojo del mismo lado y con fuerza aprieta hasta sentir brotar la sangre. No grita, no siente dolor alguno. Es su ojo el que está en el plato, transmitiendo, aún, las imágenes hacia el cerebro. Se mueve para los lados capturando desde su nueva posición. Alguien intenta gritar pero no hay canto que oír.
El anfitrión toma, ahora, el cuchillo para la carne dirigiéndolo hacia su oreja. De un solo corte desprende la carne y la acomoda en el plato junto al ojo. A diferencia del primer sentido, este ya no tiene respuesta. Es sólo una parte más del cuerpo. Piensa sus acciones fríamente y con peñascos secos quebrantar los oídos debe continuar el festín.
Las reglas son claras: desprender cada uno de sus sentidos, compartirlos con las personas importantes en su vida, no manchar el blanco mantel si no sufrirá. No hay que tener miedo al dolor, es la única forma de defensa del cuerpo. No le temas pues no existe el dolor que se aproxime. Te privarás de cada sentido. Serás parte de tus seres queridos.
El anfitrión vuelve a cerrar el ojo que le queda, abre su boca. Con una mano estira la lengua y con la otra corta. La coloca, al igual, en el plato. La sangre escurre por su barbilla manchando su traje, mientras evita el contacto con el blanco mantel. Recuerda que no debes mancharlo.
Faltan dos sentidos, ¿cuál seguirá? Dejar de oler o ya no sentir. Tienes que hacer la selección para que tus invitados puedan comer.
El mismo cuchillo que ha servido para desprender el gusto y el oído, ahora comienza su trayecto por el brazo izquierdo para buscar el lugar perfecto y cortar. Penetra con fuerza hasta chocar con el hueso. Como si fuera un reloj, baja poco a poco. Con el único ojo ve el trayecto del mismo desprendiendo esa parte. Con mucho cuidado rebana el brazo hasta que, extrañamente, ahora sí un escalofrío recorre su cuerpo y el dolor comienza a incrementar. ¿Por qué demonios me duele, qué hice mal? No sólo le zumba el brazo, sino la lengua, el oído y el ojo.
El ojo aventurero en el plato observa cómo el blanco mantel comienza a teñirse de rojo. No recordó que la sangre del brazo sale con presión siendo el que provoca el dolor y si lo manchas —recuerdas las indicaciones— ya puedes conocerte. La presión le aceleró el corazón hasta detenerlo.
Date un nombre. Supiste de lo que eras capaz.

lunes, 18 de agosto de 2008

El vampiro

Ruedan tus rizos lóbregos y gruesos
por tus cándidos formas como un río,
y esparzo en su raudal crespo y sombrío
las rosas encendidas de mis besos.

En tanto que despejo los espesos
anillos, siento el roce leve y frío
de tu mano, y un largo calosfrío
me recorre y penetra hasta los huesos.

Tus pupilas caóticas y hurañas
destellan cuando escuchan el suspiro
que sale desgarrando mis entrañas,

y mientras yo agonizo, tú, sedienta,
finges un negro y pertinaz vampiro
que de mi ardiente sangre se sustenta.

Caro Victrix
Efrén Rebolledo

jueves, 12 de junio de 2008

Misa negra


¡Noche de sábado! Callada
está la tierra y negro el cielo;
late en mi pecho una balada
de doloroso ritornelo

El corazón desangra herido
bajo el cilicio de las penas
y corre el plomo derretido
de la neurosis en mis venas

¡Amada ven!…¡Dale a mi frente
el edredón de tu regazo
y a mi locura dulcemente,
lleva a la cárcel de tu abrazo!

¡Noche de sábado! En tu alcoba
hay perfume de incensario,
el oro brilla y la caoba
tiene penumbras de sagrario.

Y allá en el lecho do reposa
tu cuerpo blanco, reverbera
como custodia esplendorosa
tu desatada cabellera.

Toma el aspecto triste y frío
de la enlutada religiosa
y con el traje más sombrío
viste tu carne voluptuosa.

Con el murmullo de los rezos
quiero la voz de tu ternura,
y con el óleo de mis besos
ungir de diosa tu hermosura.

Quiero cambiar el grito ardiente
de mis estrofas de otros días,
por la salmodia reverente
de las unciosas letanías;

quiero en las gradas de tu lecho
doblar temblando la rodilla
y hacer del ara de tu lecho
y de tu alcoba la capilla…

Y celebrar ferviente y mudo,
sobre tu cuerpo seductor,
lleno de esencias y desnudo
¡la Misa Negra de mi amor!

José Juán Tablada

domingo, 27 de abril de 2008

Recuerda


– ¿Qué linda noche no crees?
– Así es Rufino, la luna apenas va apareciendo mientras ilumina nuestra estancia.
– ¿Recuerdas Carlochita?
– ¿Qué cosa, pues?
– ¿Cuando éramos jóvenes y apenas nos conocíamos?
– No, ¿qué de eso?
– Recuerda pues, lo que pasó ya hace algunos años.
– ¡Ah si! Cómo olvidarlo. Aunque ya han sido bastantes años de eso.
– ¡Hola Carlocha! Tú eras una jovencita muy recatada. Recuerdo con mucha claridad. Siempre mantenías tu mirada baja. No había alguna noción de travesura en tu porte. Acompañando a tu madre a todos los lugares sin poner algún pero.
– Así es, Rufino. Tú eras un pisaverde picarón. Buscabas el momento oportuno para enamorar a las muchachitas. Algunas de ellas se creían ilusamente tus palabras, otras no. Y mira, nos conocimos y aquí seguimos.
– Mira Carlochita cómo la luna va aumentando de tamaño y luminosidad. Contemplémosla mientras podamos.
– Es magnífico el espectáculo lunar que contemplamos.
– ¿Recuerdas también Carlochita mía cuando peleé a lado del cura Hidalgo?
– ¡Hola Rufino! Sí, fue el momento más desesperante y melancólico de mi vida. Imaginar que peleabas contra los gachupines era feo. Visualizar que posiblemente eras capturado por ellos y fusilado era horroroso. Recordarlo me hace temblar. ¡Mira como estoy!
– Si, yo lo sé. Afortunadamente logré escapar cuando capturaron al cura. Estuve escondido mucho tiempo en la sierra para que no me encontraran. Oía los chismes de las personas de toda la situación que se vivía. Yo temblaba de coraje por no poder hacer nada.
– Pero fuiste inteligente Rufinito. Gracias a ese escondite pudiste regresar a mi.
– ¡Hola Rufino! Que ya está aumentando el calor. Ya está amaneciendo. Vámonos presto antes de que llegue el patrón.
– Si Carlochita. Tardaremos nuevamente en hacerlo. Eso de poder hablar sólo un día es el infierno. Dame tu mano por unos instantes.
– ¿Por qué pues? ¿Qué te pasa? ¿Por qué me miras así?
– Perdón, pero quiero contemplarte como si hoy fuera el último día que nos viéramos para guardar tu bello rostro en mi memoria antes de cerrar los ojos.

En una piedra labrada:

Rufino Pantoja Cifuentes (1793-1830)

Carlota Espinosa de Cifuentes (1800-1820)

Era la madrugada del 3 de Noviembre del 2007.

miércoles, 9 de abril de 2008

El Vampiro

Tú, que como una puñalada,
en mi pecho doliente entraste,
y cual rebaño de demonios
viniste loca, engalanada,

para de mi alma sometida
hacer tu lecho y tu dominio;
–infame a quien me encuentro atado
como el forzado a su cadena,

y el jugador tenaz del juego,
y como el borracho a la botella,
y a los gusanos la carroña,
–¡sí, maldita, maldita seas!

Yo supliqué a la espada rápida
para ganar mi libertad,
y dije al pérfido veneno
que ayudara a mi cobardía.

Mas, ¡ay!, la espada y el veneno
me desdeñaron y me han dicho:
"No eres digno de redimirte,
de tu maldtia esclavitud,

¡Imbécil!– ¡Si de su dominio
nuestros esfuerzos te librasen,
tus besos resucitarían
el cadaver de tu vampiro!"

Las flores del mal
Charles Baudelaire

lunes, 31 de marzo de 2008

Alma, otras sensaciones


Sientes cómo tu cuerpo va perdiendo peso. Poco a poco no hay sensibilidad en el mismo. Algo está pasando. Es una presión inmensa en el pecho. Necesitas respirar y para lograrlo te desatas la corbata, te abres la camisa. Es inútil. Entre más buscas que el aire entre éste no lo hace. ¿Qué es lo que está pasando? Te preguntas lo anterior y sin embargo, no sabes qué hacer. No hay nadie en el edificio. Te encuentras solo.
Llega el momento en que no estás conciente de todo. Sólo observas un mundo de un color y tú caminando sin compañía por ahí. Todo es silencio. No le tomas importancia. Sigues contemplando tú alrededor.
Cierras los ojos. Al abrirlos ves un cuerpo en el suelo. No distingues quién es, es alguien familiar; estás seguro de eso. No sientes el tuyo. Observas cómo cambias de perspectiva sin sentir tus pies en el suelo. Cabello, espalda, piernas y pies conocidos. ¿Cómo será posible lo que estoy mirando? Vuelves a preguntar. Sigues estando solo.
Nuevamente tienes movimiento. Suave, delicado, tranquilo es tu danzar para buscar otra perspectiva. Miras y al fin reconoces quién es. La duda sigue presente. Al parecer sí existe el alma.
Contemplas tu cuerpo inerte.

domingo, 30 de marzo de 2008

Bienvenida

Para Roxana

20 de febrero. 20:00 hrs.
Caminas. Te detienes. Vuelves a caminar. Observas. No sabes dónde te encuentras. Te preguntas. Es extraña la sensación que tienes. Sientes una tranquilidad, sin embargo sigues con tu duda. No conoces tú alrededor, pero no te preocupas. Es extraño.
Retomas tu paso. No hay sonido. Cómo es posible que exista un lugar sin esto. No le tomas importancia. Hay mucha tranquilidad en el ambiente, si es que se puede llamar de esa forma. Continúas dudando.
Un mar se encuentra frente a ti. Notas que no es cualquier color. Todo tu mundo, en estos momentos, es color verde turquesa. Sigues dudando. ¿Habrá un mundo que sea como el que veo? Duda... Dudas.
¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años? No hay noción del tiempo. Es extraño. Ya no hay por qué correr. No existe la presión por algo que hacer. Tranquilidad... Duda, más bien.
Extraño. Ahora escuchas voces. Te detienes para identificar lo que dicen: “Regresa, regresa”. Qué regrese, ¿a dónde? Si ni siquiera sé dónde estoy. Contestas. No hay respuesta. Nuevamente: “Regresa, regresa”. Gritas lo mismo. Nadie te responde. Dudas.
Cierras los ojos. Al abrirlos observas un nuevo escenario. Estás acostada en una camilla. Varias personas están a tu lado. Movimiento, estrés, desesperación y un poco de felicidad. Intentas razonar lo que ves. Una voz, que no conoces, te dice:
-Felicidades. Bienvenida. Estuviste muerta 20 minutos.
Vuelves a dudar.